sábado, 17 de diciembre de 2011

ANTÍFONAS DE LA O

Anunciación
Las antífonas de la "O" son siete, y la Iglesia las canta con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre, una por día, cada una de las cuales comienza con una invocación a Cristo, quien en este caso nunca es llamado por su nombre.
Se llaman así porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh». También se llaman «antífonas mayores».  

Son una súplica al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad de la Natividad del Señor.

Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII en la epoca del papa Gregorio Magno (alrededor del año 600), y se puede decir que son un magnífico compendio de la Cristología más antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del A.T. como de la Iglesia del N.T.

Son breves súplicas dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el espíritu del Adviento. La admiración de la Iglesia ante el misterio de la Encarnación del Verbo: «Oh». La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «ven»

Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido con la plenitud del N.T. Es una aclamación a Jesús el Cristo, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.

Al comienzo de cada antífona, en ese orden diario, Cristo es invocado como Sabiduría, Señor, Raíz, Llave, Sol, Rey, Emmanuel. En latín: Sapientia, Adonai, Radix, Clavis, Oriens, Rex, Emmanuel:
O Sapientia = Sabiduría, Palabra
O Adonai = Señor Poderoso
O Radix = Raíz, renuevo de Jesé (padre de David)
O Clavis = Llave de David, que abre y cierra
O Oriens = Oriente, sol, luz
O Rex = Rey de paz
O Emmanuel = Dios-con-nosotros.



Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «Ero cras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.
La última antífona, que completa el acróstico, se canta el 23 de diciembre y al día siguiente, con las primeras vísperas, comienza la fiesta de Navidad.

Se cantan -con la hermosa melodía gregoriana o en alguna de las versiones en las lenguas modernas- antes y después del Magnificat en las Vísperas de estos siete días, del 17 al 23 de diciembre, y también, como versículo del aleluya antes del evangelio de la Misa.

L
as tres últimas antífonas incluyen algunas expresiones que se explican únicamente a la luz del Nuevo Testamento:

La antífona "O Oriens" del 21 de diciembre incluye una clara referencia al "Benedictus", el cántico de Zacarías inserto en el capítulo 1 del Evangelio de san Lucas: "Nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombras de muerte".

La antífona "O Rex" del 22 de diciembre incluye un pasaje del himno a Jesús del capítulo 2 de la epístola de san Pablo a los Efesios: "El que de dos (es decir, judíos y paganos) ha hecho una sola cosa".

La antífona "O Emmanuel" del 23 de diciembre se concluye al final con la invocación "Dominus Deus noster": una invocación exclusivamente cristiana, porque solamente los seguidores de Jesús reconocen en el Emmanuel a su Señor y Dios.

1 comentario:

  1. Anónimo22/12/11

    Me ha alegrado mucho leer este artículo sobre las 'Antiphonae majores', pues tinen tal carga litúrgica que resumen de manera admirable todo el Adviento. Estas antífonas se atribuyen a San Gregorio. La primera parte de cada una de ellas comienza con una cándida admiración para,en una segunda parte suplica con ardiente deseo, la venida del Salvador. A través de los siglos y en las diferentes Iglesias se han ido añadiendo otras como las que comienzan: O Virgo virginum, O Thomas Dydime, O Gabriel, O Rex pacifice, O Jerusalem.
    Desde mi punto de vista creo que es una pena que no se les dé la relevancia que tienen. Antiguamente, hoy ya no sé si se hace así, en los monasterios benedictinos era siempre el Abad a quien le correspondía el honor de entonar la primera de las antífonas mayores. De este modo y según el ceremonial, llevaba puesta la mitra, revestido con los ornamentos pontificales y rodeado de sus ministros y capellanes. Cuando empieza a entonarse la antífona, la campana mayor de la iglesia comienza a voltear y no deja de sonarhasta concluida la repetición de la antífona después del canto del Magníficat.
    En fin, que sepamos valorar y saborear el gran tesoro que es la liturgia de la Santa Madre Iglesia.

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