viernes, 23 de diciembre de 2011

O EMMANUEL

                                              DÍA 23 DE DICIEMBRE
  
   Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,                          esperanza de las naciones y salvador 
   de los pueblos, ven a salvarnos, Señor 
                   Dios nuestro.




Estas dos últimas antífonas son inseparables la una de la otra. Son expresión, en toda su amplitud, de la obra que Cristo vino a llevar a cabo en la tierra, y que debe conducir hasta su término final por medio de la realización plena de su reino universal. 


Cristo, que, en este edificio del cual constituye la piedra angular , supo reunir en un solo cuerpo a los judíos y a los gentiles, es el mismo que debe volver aquí, como vencedor , para acabar su obra y salvar definitivamente a la criatura que, en la creación, sacó del barco de la tierra y formó con sus manos divinas.

 El Emmanuel, nuestro Legislador y nuestro Rey, es el mismo que volverá de nuevo una vez más, como Salvador del mundo. Tal es la invocación final con la que concluye la última de estas solemnes antífonas en las que se encuentra condensada, por así decirlo, toda la liturgia del Adviento, y en la que la Iglesia no pierde jamás de vista la segunda venida gloriosa del Redentor. 

San Mateo, en su Evangelio, nos presenta dos afirmaciones de Jesús sobre este ser Dios-con-nosotros. La primera se refiere a la Iglesia en oración: "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20). La segunda, al final del Evangelio: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20)
 
Una presencia en la oración de la comunidad, una presencia en la misión.
La Navidad es la gran fiesta de la presencia de Dios entre nosotros, manifestada en Jesucristo. Históricamente, en el tiempo, esta presencia empezó en el seno de María, en la encarnación, y de ella nació el Emmanuel.
Ahora, en la vida de la Iglesia, Jesús continúa estando presente, siendo el mismo ayer, hoy y por todos los siglos. El es el Viviente, el que fue crucificado y que ha resucitado. Su presencia es, sobre todo, la presencia eucarística, la más real y personal de las presencias reales de Cristo cerca de nosotros.

Por eso la Iglesia celebra con gozo la Navidad, como un gran acto de adoración a Cristo presente: Venid, adorémosle; venid, adorémosle.

Quizá esta presentación de las Antífonas "O" nos ayude a celebrarlas mejor; no solo celebrarlas, sino tener una experiencia de su contenido.

La Oración de Teresa y de Juan de la Cruz se alimentan del Misterio, celebrado con gozo y entusiasmo. Es poco "cumplir con el rezo". La Celebración es una experiencia de Dios, que se hace silencio, adoración y también música,fiesta, gozo.
 


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