domingo, 18 de julio de 2010

Regla benedictina, c. 1, Clases de monjes, Sor Amalia Llamas

Capítulo 1

LAS CLASES DE MONJES

1 Es sabido que hay cuatro clases de monjes. 2 La primera es la de los cenobitas, esto es, la de aquellos que viven en un monasterio y que militan bajo una regla y un abad. 3 La segunda clase es la de los anacoretas o ermitaños, quienes, no en el fervor novicio de la vida religisa, sino después de una larga probación en el monasterio. 4 aprendieron a pelear contra el diablo, enseñados por la ayuda de muchos. 5 Bien adiestrados en las filas de sus hermanos para la lucha solitaria del desierto, se sienten ya seguros sin el consuelo de otros, y son capaces de luchar con sólo su mano y su brazo, y con el auxilio de Dios, contra los vicios de la carne y de los pensamientos. 6 La tercera, es una pésima clase de monjes: la de los sarabaítas. Éstos no han sido probados como oro en el crisol por regla alguna en el magisterio de la experiencia, sino que, blandos como plomo, 7 guardan en sus obras fidelidad al mundo, y mienten a Dios con su tonsura. 8 Viven de dos en dos o de tres en tres, o también solos, sin pastor, reunidos, no en los apriscos del Señor sino en los suyos propios. Su ley es la satisfacción de sus gustos: 9 llaman santo a lo que se les ocurre o eligen, y consideran ilícito lo que no les gusta. 10 La cuarta clase de monjes es la de los giróvagos, que se pasan la vida viviendo en diferentes provincias, hospedándose tres o cuatro días en distintos monasterios. 11 Siempre vagabundos, nunca permanecen estables. Son esclavos de sus deseos y de los placeres de la gula, y peores en todo que los sarabaítas. 12 De la misérrima vida de todos éstos, es mejor callar que hablar. 13. Dejándolos, pues, de lado, vamos a organizar, con la ayuda del Señor, el fortísimo linaje de los cenobitas.
benedictinas
Comentario por Sor Amalia Llamas

Alguna vez me he preguntado, ¿por qué soy monja benedictina?

En mis años jóvenes sentí, escuché en mi interior la llamada, la invitación del Señor que con fuerza me pedía seguirle, pero surgía en seguida la pregunta,¿dónde Señor? Visité varias congregaciones religiosas pero no me decidía por ninguna.

El Señor, providente y respetuoso, quiso que conociera a las benedictinas. Él ya sabía lo que hacía y puedo repetir con Jeremías: “Me sedujiste Señor y me dejé seducir” (Jr, 20,7)

Empecé a dar clases a unas niñas que estaban allí estudiando y pronto comprendí que ese era mi lugar definitivo. Yo tenía claramente vocación de monja benedictina. Me gustaba enormemente su modo de vivir en una comunidad estable, con una Madre Abadesa y una Regla a la que todas obedecemos. Somos una familia monástica, sin sobresaltos de traslados.

Nos une la oración, el Oficio Divino realizado con esmero, cariño e ilusión; el silencio y los recreos; la lectio divina y el trabajo.

Esta es la clase de monjas que San Benito desea en su monasterio y para las cuales legisla, las cenobitas. Rechazo los otros géneros de monjes: ermitaños: que viven solos; los giróvagos, siempre vagando y nunca quietos y los sarabaítas: que hacen siempre lo que quieren, sus propios deseos.

¡Gloria, alabanza y acción de gracias al Señor, por todo lo que hace con nosotras!

2 comentarios:

  1. Anónimo25/6/11

    Gracias por vuestro comentario a la Regla!
    Una pregunta: que diferencias hay entre benedictinas y las otras congregaciones?
    Gracias,
    Lucia

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  2. Hay mucha diferencia entre todas las congregaciones. Son carismas diferentes dentro de la Iglesia que se complementan. Si deseas saber más en profundidad en qué consiste la espiritualidad benedictina puedes escribir al correo aimle@benedictinas.org
    Un abrazo grande

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