viernes, 16 de julio de 2010

Regla benedictina, Continuación del Prólogo (22-50), Sor Guillermina González Seco (Priora de la Comunidad)

CONTINUACIÓN DEL PRÓLOGO (22-50)

22 Si queremos habitar en la morada de su reino, puesto que no se llega allí sino corriendo con obras buenas, 23 preguntemos al Señor con el Profeta diciéndole: "Señor, ¿quién habitará en tu morada, o quién descansará en tu monte santo?". 24 Hecha esta pregunta, hermanos, oigamos al Señor que nos responde y nos muestra el camino de esta morada 25 diciendo: "El que anda sin pecado y practica la justicia; 26 el que dice la verdad en su corazón y no tiene dolo en su lengua; 27 el que no hizo mal a su prójimo ni admitió que se lo afrentara". 28 El que apartó de la mirada de su corazón al maligno diablo tentador y a la misma tentación, y lo aniquiló, y tomó sus nacientes pensamientos y los estrelló contra Cristo. 29 Estos son los que temen al Señor y no se engríen de su buena observancia, antes bien, juzgan que aun lo bueno que ellos tienen, no es obra suya sino del Señor, 30 y engrandecen al Señor que obra en ellos, diciendo con el Profeta: "No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria". 31 Del mismo modo que el Apóstol Pablo, que tampoco se atribuía nada de su predicación, y decía: "Por la gracia de Dios soy lo que soy". 32 Y otra vez el mismo: "El que se gloría, gloríese en el Señor". 33 Por eso dice también el Señor en el Evangelio: "Al que oye estas mis palabras y las practica, lo compararé con un hombre prudente que edificó su casa sobre piedra; 34 vinieron los ríos, soplaron los vientos y embistieron contra aquella casa, pero no se cayó, porque estaba fundada sobre piedra".
el cirio pascual en el IV domingo
35 Después de decir esto, el Señor espera que respondamos diariamente con obras a sus santos consejos. 36 Por eso, para corregirnos de nuestros males, se nos dan de plazo los días de esta vida. 37 El Apóstol, en efecto, dice: "¿No sabes que la paciencia de Dios te invita al arrepentimiento?". 38 Pues el piadoso Señor dice: "No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva".

39 Cuando le preguntamos al Señor, hermanos, sobre quién moraría en su casa, oímos lo que hay que hacer para habitar en ella, a condición de cumplir el deber del morador. 40 Por tanto, preparemos nuestros corazones y nuestros cuerpos para militar bajo la santa obediencia de los preceptos, 41 y roguemos al Señor que nos conceda la ayuda de su gracia, para cumplir lo que nuestra naturaleza no puede. 42 Y si queremos evitar las penas del infierno y llegar a la vida eterna, 43 mientras haya tiempo, y estemos en este cuerpo, y podamos cumplir todas estas cosas a la luz de esta vida, 44 corramos y practiquemos ahora lo que nos aprovechará eternamente.

45 Vamos, pues, a instituir una escuela del servicio divino, 46 y al hacerlo, esperamos no establecer nada que sea áspero o penoso. 47 Pero si, por una razón de equidad, para corregir los vicios o para conservar la caridad, se dispone algo más estricto, 48 no huyas enseguida aterrado del camino de la salvación, porque éste no se puede emprender sino por un comienzo estrecho. 49 Mas cuando progresamos en la vida monástica y en la fe, se dilata nuestro corazón, y corremos con inefable dulzura de caridad por el camino de los mandamientos de Dios. 50 De este modo, no apartándonos nunca de su magisterio, y perseverando en su doctrina en el monasterio hasta la muerte, participemos de los sufrimientos de Cristo por la paciencia, a fin de merecer también acompañarlo en su reino. Amén.
benedictinas
COMENTARIO AL PRÓLOGO 22- 50, por Sor Guillermina González Seco (Priora de la Comunidad)

El monasterio como “escuela del servicio divino” es uno de los temas que San Benito destaca en el Prólogo de su Regla (v.45). La finalidad de esta escuela es el estudio y conocimiento de las cosas de Dios. En esta escuela, en efecto, se aprende a buscar y servir al Señor. Este es el pensamiento clave, la idea central en la vida del monje y monja.
Se trata de una búsqueda amorosa y fiel del querer de Dios en nuestra vida. La respuesta a esta insistente búsqueda de la voluntad de Dios la encontramos en la Palabra Sagrada que tan abundantemente se nos ofrece en la oración litúrgica, en la lectio divina y en el día a día de la familia monástica.

2 comentarios:

  1. A veces da la imprensión que las cosas de Dios son diferentes de las cosas de los hombres, pero no sé si es así. El camino de la salvación de San benito no sé si tendrá algo que ver con el camino de la maduración personal, de la felicidad, de la libertad, del equilibrio, del compañerismo...

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tu comentario.
    Sí, naturalmente, el camino de salvación corresponde al que vive el Evangelio y quien vive el Evangelio progresa en la maduración y en cuanto tú, muy acertadamente has dicho.
    Un abrazo

    ResponderEliminar

Escríbenos y dinos qué opinas de la entrada