martes, 10 de agosto de 2010

Regla benedictina, c. 5, La obediencia, Sor Ana Mª Román

Capítulo 5

LA OBEDIENCIA

1 El primer grado de humildad es una obediencia sin demora. 2 Esta es la que conviene a aquellos que nada estiman tanto como a Cristo. 3 Ya sea en razón del santo servicio que han profesado, o por el temor del infierno, o por la gloria de la vida eterna, 4 en cuanto el superior les manda algo, sin admitir dilación alguna, lo realizan como si Dios se lo mandara. 5 El Señor dice de éstos: "En cuanto me oyó, me obedeció". 6 Y dice también a los que enseñan: "El que a ustedes oye, a mí me oye". 7 Estos tales, dejan al momento sus cosas, abandonan la propia voluntad, 8 desocupan sus manos y dejan sin terminar lo que estaban haciendo, y obedeciendo a pie juntillas, ponen por obra la voz del que manda. 9 Y así, en un instante, con la celeridad que da el temor de Dios, se realizan como juntamente y con prontitud ambas cosas: el mandato del maestro y la ejecución del discípulo. 10 Es que el amor los incita a avanzar hacia la vida eterna. 11 Por eso toman el camino estrecho del que habla el Señor cuando dice: "Angosto es el camino que conduce a la vida". 12 Y así, no viven a su capricho ni obedecen a sus propios deseos y gustos, sino que andan bajo el juicio e imperio de otro, viven en los monasterios, y desean que los gobierne un abad. 13 Sin duda estos tales practican aquella sentencia del Señor que dice: "No vine a hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envió".
14 Pero esta misma obediencia será entonces agradable a Dios y dulce a los hombres, si la orden se ejecuta sin vacilación, sin tardanza, sin tibieza, sin murmuración o sin negarse a obedecer, 15 porque la obediencia que se rinde a los mayores, a Dios se rinde. Él efectivamente dijo: "El que a ustedes oye, a mí me oye". 16 Y los discípulos deben prestarla de buen grado porque "Dios ama al que da con alegría". 17 Pero si el discípulo obedece con disgusto y murmura, no solamente con la boca sino también con el corazón, 18 aunque cumpla lo mandado, su obediencia no será ya agradable a Dios que ve el corazón del que murmura. 19 Obrando así no consigue gracia alguna, sino que incurre en la pena de los murmuradores, si no satisface y se enmienda.

La Mata, 2010
Comentario por Sor Ana Mª Román

Como todos los capítulos de la Regla Benedictina, es Cristocéntrico.
Cristo es también el centro de la obediencia del monje que quiere imitar la obediencia de Cristo que dijo: “Aquí estoy, Padre, para hacer tu voluntad”.

Para mí, la obediencia nace de esa identificación con Cristo, ese perderse en Él, como la gota de agua en el océano, transformarme en él para que el Padre contemple en mí la imagen de su Hijo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz.

Este ideal de obediencia sólo se consigue por la gracia de Dios, no por nuestras propias fuerzas y se realiza mediante la humildad y la esperanza en su misericordia.

Así llegaremos a las cumbres más altas de la vida monástica. ¡Vayamos tras ellas!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escríbenos y dinos qué opinas de la entrada