sábado, 14 de agosto de 2010

Regla benedictina, c. 6, El Silencio, Sor Gloria Román

Capítulo 6º

EL SILENCIO

1 Hagamos lo que dice el Profeta: "Yo dije: guardaré mis caminos para no pecar con mi lengua; puse un freno a mi boca, enmudecí, me humillé y me abstuve de hablar aun cosas buenas". 2 El Profeta nos muestra aquí que si a veces se deben omitir hasta conversaciones buenas por amor al silencio, con cuanta mayor razón se deben evitar las palabras malas por la pena del pecado.
3 Por tanto, dada la importancia del silencio, rara vez se dé permiso a los discípulos perfectos para hablar aun de cosas buenas, santas y edificantes, 4 porque está escrito: "Si hablas mucho no evitarás el pecado", 5 y en otra parte: "La muerte y la vida están en poder de la lengua". 6 Pues hablar y enseñar le corresponde al maestro, pero callar y escuchar le toca al discípulo.
7 Por eso, cuando haya que pedir algo al superior, pídase con toda humildad y respetuosa sumisión. 8 En cuanto a las bromas, las palabras ociosas y todo lo que haga reír, lo condenamos a una eterna clausura en todo lugar, y no permitimos que el discípulo abra su boca para tales expresiones.

lagomimetismo
COMENTARIO por Sor Gloria Román

Si soy monja benedictina, ¡cómo no amar el silencio! Me fascina la sencillez que tiene San Benito para valorar lo que él llama “la taciturnidad”: La discreción que debe tener el monje en el uso de la palabra, el dominio de la lengua.

¿Cómo puedo escuchar al Señor si no tengo silencio interior?

San Benito pide al monje, ante todo, dominio en sus palabras, que, por cierto, no es mutismo, sino un deseo de estar atentos a la escucha de los demás pero sobre todo de Dios.

De este deseo brotará con espontaneidad el amor a una observancia del silencio discreta, seria y al tiempo amable y servicial.

San Benito quiere para sus monjes una vida de obediencia y humildad y nos encontraríamos muy lejos de esto si no tuviéramos en el monasterio un buen ambiente de silencio.

El silencio nos ayuda también en la caridad, en el trato respetuoso con las hermanas ya que, según este capítulo, se nos prohíben las chanzas, las palabras “ociosas”, las palabras burlonas, irónicas… recluyéndolas a eterna clausura.

Nada más impropio de un monje que la locuacidad y la palabrería.

1 comentario:

  1. Aquí hay una entrada sobre el Silencio que puede interesar:
    http://vocacioncontemplativaleon.blogspot.com/2009/06/el-silencio.html

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