Una de las últimas sillas de la Iglesia es ocupada por el Papa. Así
se ve en la foto. Él está celebrando una Misa muy peculiar: los
invitados son los jardineros y el personal de limpieza del Vaticano. En
un momento de la celebración el Papa le pide a todos que oren en silencio, cada
uno, por lo que desea su corazón. Al instante, él se levanta de su sillón
que está al frente y se va a una de las últimas sillas a hacer su propia
oración.
Pareciera que este jefe ha preferido que todos se enfoquen en ver de
frente la verdadera razón de su existencia, ese Cristo crucificado que está ahí
presente y no en que lo vean a él, su jefe, quien es en fin un hombre que ha
fallado y fallará, y al que todos llamamos hoy el Papa Francisco.
Felicidades por vuestra página, que nos acerca a Dios a través de vuestras vida monacal. La vida consagrada es un tesoro en la Iglesia.
ResponderEliminarQue Dios las bendiga.
Marta, Caceres.
ResponderEliminarTambién parece indicarnos que todos somos hermanos en el seguimiento de Jesús independientemente del servicio que desempeñemos.